2 de abril de 2017

El diario Heraldo de Soria publica un artículo sobre el pueblo ( 20 marzo 2017)



 
                          Historias que dejan huella 'digital'

En Bordecorex dos páginas web mantienen informados a vecinos, hijos del pueblo y curiosos de lo que ocurre en este municipio de apenas una docena de habitantes.








Rosa e Hilario observan la cuenta de Twitter del blog de Bordecorex con el municipio al fondo.  Luis Ángel Tejedor
 

Fue el 16 de enero, con un día de retraso, cuando las cuentas de Twitter y Facebook de Bordecorex anunciaron el fallecimiento de Joaquín Oliva, vecino de la localidad. Ahora es cuando el lector podría preguntarse qué es o dónde está este lugar de nombre singular o, como alguno de quienes todavía ocupan las casas del pueblo, decir aquello de: "Yo eso del Twitter no sé muy bien". Entre otras cosas porque en según qué zona escasea la cobertura.

Este municipio de la Tierra de Berlanga, que cuenta con apenas una docena de habitantes de los que pocos viven en el pueblo, es sin embargo conocido en buena parte de España y el resto del extranjero, precisamente a través de internet y las redes sociales. Hasta 77.000 visitas ha recabado en los últimos nueve años el blog que gestionan Paco Sebastián y Alberto Gamarra. Más de 6.000 visitas desde Alemania y otras tantas desde Estados Unidos, 4.000 de Rusia, 1.800 de México o 700 de Argentina.

Alberto, que vive en Burgos, "es un apasionado de la historia desde muy joven y con el blog pretendía dar a conocer la de Bordecorex", relata Paco. Lo creó entonces con 18 años y ahora se ha convertido ya en historiador. Entre medias, fue el mismo Paco el que le propuso relatar sus peripecias en bicicleta por los alrededores.

Así que cuelgan fotos, cuentan historias y recuperan la huella, ahora ‘digital’, de sus antecesores para que no se borre. Uno casado con una hija del pueblo y otro nieto de una vecina. La suegra y la abuela eran hermanas de Joaquín.

Paco vive en Madrid. "Conocí personalmente el pueblo en el año 1995 y quedé "trastornado" desde el primer momento por su localización , por su sobrio y melancólico pero a la vez acogedor paisaje, por las duras condiciones de vida de las familias que allí vivieron, por la sangrante emigración que sufrió en los 60 y 70 y por la embriagante paz, silencio y alejamiento del mundo que allí se siente", relata.

Es Julián Gómez, quien se encuentra trabajando en una parcela próxima al municipio, el que asegura que ahora son "unos 12" los vecinos.

Bajo el ruido atronador del motor de una mula mecánica, dice que antaño eran "muchísimos más", aunque de aquello haga ahora "30 o 40 años".

También recuerda a Joaquín, el que fuera el habitante más longevo nacido en el municipio que quedaba vivo hasta entonces. Tenía 102 años. "No paraba, se ponía a andar y si te cruzabas con él solo te daba tiempo a saludar", asegura. Vivió sus últimos años en Madrid, pero añoraba su tierra y sus montes. Entonces Julián se vuelve, intenta arar la tierra y después de quejarse porque el terreno "está todavía helado", sentencia: "¡Ay, chica! Esto no sé si tiene solución". Habla de la despoblación.

Termina enero y la media tarde ha dejado asomarse al sol. A una hora de camino desde Soria, pasado Berlanga y justo a la entrada de Caltojar, un pequeño letrero indica el camino. Tras unos minutos a través de una ajada ‘carretera’, llegamos al municipio. "¿Es aquí?", digo. "Sí", responde Luis Ángel, el fotógrafo. No queda otra, se acaba el camino.

Para entonces ya hemos visto a siete operarios de eléctricas arreglando un cable y a un joven martillo neumático en mano picando el cemento de la entrada del pueblo. Se suponía que aquí no iba a haber ‘nadie’.

La cifra oficial casi no pasa de la decena. En 1882 habría unos "152 habitantes y 127 edificios entre habitados e inhabitados", según se detalla en el ‘Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y posesiones de Ultramar’, firmado en aquel año por Pablo Riera. Nunca ha sido un municipio grande, a pesar de que Julián recuerde "hasta de cuando había familias de 10 o 12 personas".

Nos recibe un perro blanco, aunque a quien esperamos es a Hilario, uno de los hijos de Joaquín. Llega de Zaragoza junto a su mujer, Rosa, y la primera conversación que intercambiamos es sobre "lo lejos que se fueron cuando se fueron los del pueblo". Madrid, Barcelona, San Sebastián... también Zaragoza. "Aquí no había mucho que hacer", explica. Sobre todo después de acabar la escuela. El edificio ahora está restaurando y se ocupa como museo una de las aulas. La otra es ahora el centro social. Antes, a una entraban los niños y a otra las niñas. "Todavía recuerdo yo de cuando cada uno iba a una clase diferente", relata Hilario.

Él marchó a estudiar a Soria con once años y después a la capital aragonesa. Su camino lo siguieron muchos más.

"Sí que es verdad que piensas en el pueblo y vienes, pero para quedarse aquí... no", explica. "¿Y cómo hace para mantenerse en contacto?", le digo. "La página web", responde. Ahí está.

"Sí, es Paco el que lleva la página web y el Twitter", dice Florencio Casado. Nos ha visto conversando en la fuente frente a la ermita, en el centro del pueblo y ha venido a preguntar. "No son muy corrientes las visitas", dice Rosa, al recordar que se acercaron un fin de semana hace unos meses "y no había nadie, nadie, nadie".

                            La zona de la ermita y las escuelas están completamente restaurada. (L.Á.T.)

Casado es miembro de la asociación cultural Río Torete, que organiza todos los años una andada entre los municipios de Villasayas, Caltojar, Fuentegelmes y Bordecorex. Una ruta entre las atalayas islámicas que se levantan en la zona, ahora junto a las torres eólicas que benefician las arcas de los ayuntamientos colindantes. La asociación también tiene web, en la que informan asiduamente de los festejos y actividades del municipio.

Encajado entre montes, Bordecorex parece que está lejos de todo. "En plena naturaleza", dice Hilario. También en pleno siglo XXI, ya que muchas de las casas y edificios municipales están restaurados con mucho mimo. Aun así, "parece que aquí no pase el tiempo".


 
Son pocos, pero hacen casi de todo. El encuentro entre pueblos, la Ruta de las Atalayas, el festival ‘Si las piedras hablaran’ en las fiestas de septiembre, en San Miguel, y un torneo de guiñote a mitad de agosto. Con este último, por cierto, sumarán este año la mayoría edad. Entonces llegarán los hijos del pueblo, abrirán muchas de las casas y volverán a juntarse para seguir creando lazos e historias que recogerá Paco. Pero hasta entonces, nosotros nos vamos y también Hilario y Rosa. Cuando se despiden no saben cuándo regresarán. Ahora que Julián ya no está, dicen, "parece que te aten menos cosas".

"España profunda, tiempo detenido y futuro encadenado", reza la descripción de la cuenta de Twitter que Paco abrió vinculada al blog. Es la definición más próxima que se lleva el visitante cuando cruza, de vuelta a casa, la salida del pueblo. Menos mal que, aunque desde la distancia, Bordecorex deja ahora su huella a golpe de ‘clic’.

Heraldo de Soria, ( 20 de marzo de 2017)

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