4 de octubre de 2020

Páramos y despoblación. A Cabreriza en bici

a vista de pájaro :




















Parto de Bordecorex por la carretera hacia Caltojar en una tarde algo nubosa, pero con buena temperatura.

Flanqueado por el llamativo cromatismo de la paredes de el Rostralbo y la atalaya de la Veruela a mi derecha, y por la atalaya de la Ojaraca observándome desde allí arriba en la lejanía por el lado izquierdo, llego a Caltojar. 

El Rostralbo










atalaya de la Ojaraca





Detrás de su iglesia parte un camino de concentración que en largo ascenso entre campos de cultivo y páramo proporciona vistas inmensas en todas direcciones. 

Tras unos 2 kilometros me adentro en una bonita dehesa de encinas. Varios corzos sobresaltados a mi paso huyen despavoridos.  




El bosque de encinas es una isla verde dentro del inmenso mar del páramo soriano, cuya visión infinita es presagio desolador de lo que me espera mas adelante .

La vista se me pierde en un horizonte muy lejano . Durante varias millas no habrá señal de vida humana

El sendero es humilde, acorde al paisaje, rodeado de un inmenso espacio vacío,  sin campos de cultivo alrededor, sin apenas vegetación , sin roquedos. Tan solo ondulaciones del terreno bajo un cielo infinito, límpido, impoluto.

Cabreriza será el más próximo vestigio humano que encuentre , y está deshabitado.   Durante los próximos kilometros el pedaleo es algo irregular. Aunque voy ganando altura neta, se alternan los tramos de subida y bajada.  

Cuando el camino comienza a descender no tarda en aparecer Cabreriza. Desde el lado en que yo me aproximo los restos del pueblo aparecen de repente, sin previo aviso , sin intuir que ahí detrás de la curva se encuentra ( o encontraba ) una población .   

Lo primero que llama la atención es la iglesia.  Conserva íntegro su campanario, aunque no sus campanas. Fueron robadas hace unos 10 años al amparo de la desolación y abandono del pueblo.  


Los últimos habitantes de Cabreriza lo abandonaron en la década de los 70 del siglo pasado. Desde entonces el pueblo se ha ido deteriorando , paredes y tejados van cediendo a los vientos y heladas invernales , y la vegetación ha ido conquistando las calles.

Estuve aquí por primera vez hace 10 años y ya la impresión que me causó fue desoladora. Hoy , sin embargo, lo es un poco menos , ya que hace unos 7 años un joven cansado de la gran ciudad se instaló en una de sus casas y aún resiste estoicamente en solitario. 

En esta ocasión percibo además que otra de las casas junto a la iglesia está tímidamente rehabilitada. 

Intento adentrarme en el interior del pueblo pero el perro de su único habitante no me recibe amistosamente. Me sobresalto. Sus ladridos son muy amenazadores , y tira fuertemente de la cadena a la que está atado a la pared en la entrada de una casa.  

Espero un par de minutos a ver si sale el inquilino para que calme al can y poder saludarlo pero no hay signos de vida. Los intensos ladridos del perro y los tirones que da a la cadena no se atenúan lo cual me intimida aun mas , y decido darme la vuelta y no continuar hacia las calles interiores. Doy un rodeo por el exterior del pueblo para contemplarlo desde esa perspectiva.


Percibo más cambios con respecto a mi última visita . Desde la entrada principal un trozo de calle está asfaltado durante unos 50 metros, llegando hasta la fuente manantial junto al cual han construido también un pequeño merendero de cemento .  

Observo también un contador de luz y un poste del que parte un cable de electricidad hacia el interior del pueblo, señal de que el nuevo habitante ha conseguido llevar energía eléctrica a su vivienda. 

Tomo algunas fotos de las casas exteriores y el inicio de alguna calle fuera de la vista del perro y prosigo camino en dirección norte. 

dejando Cabreriza 

Está ya anocheciendo y unos 7 kilometros de camino de concentración me separan aún de Berlanga. El trayecto transcurre por un valle apacible que se va abriendo entre campos de cultivo. 

Desemboco en la carretera ya casi con el crepúsculo , y me detengo a colocar en la bici los focos delantero y trasero . En seguida llegó a Berlanga, donde hago un breve callejeo ya nocturno por algunas de sus calles porticadas muy características de está población , por la plaza  principal, por la Colegiata , y por delante de la fachada del antiguo palacio de los marqueses de Berlanga .  

Salgo de la población por una calle en paralelo a las murallas de su imponente castillo . 

Vuelvo la vista atrás y paro un momento a contemplar la estampa de la Villa con las siluetas de su Colegiata y su castillo recortadas en el horizonte crepuscular. 



Ya es noche cerrada, aunque la media luna que se ha asomado en el horizonte me proporciona un reflejo nocturno bastante aceptable que me permitiría pedalear casi sin focos, pero me conviene llevarlos encendidos por seguridad, para ser visto más que para ver.


 Me quedan 20 kilometros hasta Bordecorex, que recorro por la carretera con un pedaleo constante pero tranquilo, casi meditando con el soniquete del pedalier. Tan solo se rompe mi ensimismamiento cuando un par de zorritos merodean por los arcenes o algún corzo se me cruza de improviso en el camino.

 

Envuelto ya en una consistente oscuridad aunque suavizada por la luna llego a Bordecorex algo cansado pero con la satisfacción de haber completado una ruta interesante, habiendo profundizado algo más en el conocimiento de esta comarca, y con la huella de un paisaje peculiar en la retina. 


Para ver el trayecto y desnivel en detalle:  

2 comentarios:

  1. Me encantó Paco! Describes las rutas de una forma muy bonita y las fotos son inmejorables!
    Deberías salir en las fotos con tu bici!
    Gracias por tu labor! 😘😘

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